La Joven Banda Sinfónica de la FSMCV concluye su gira 2025 con un emocionante concierto en el Palau de la Música y reafirma, 25 años después de su nacimiento, su papel como unidad artística de alto rendimiento y escuela de vida musical.
Tras recorrer localidades como Catarroja, Manises, Aspe o Cieza, la Joven Banda Sinfónica de la FSMCV ha puesto punto final a su gira con un último concierto en el Palau de la Música de València cargado de emoción, simbolismo y complicidad. Esta edición, especial por su 25 aniversario, ha vuelto a demostrar la vigencia y vitalidad de un proyecto único en el panorama musical valenciano: una unidad artística de jóvenes talentos que trabaja como una banda profesional, pero con la energía y la pasión de una gran familia en construcción.
Un reto musical y personal
Para su director, Jerónimo Castelló, esta ha sido una oportunidad “única” que asumía con mucha ilusión. “Era uno de los proyectos que siempre había querido llevar a cabo, y este año me ha tocado. La banda me ha dado la oportunidad de hacer música con un grupo de altísimo nivel y de trabajar de forma rápida y eficiente”, señala.
Castelló ha diseñado un programa exigente, con obras de gran complejidad y un protagonismo claro para los compositores valencianos. “Quería dar a conocer obras nuevas y recuperar piezas que hacía tiempo que no se interpretaban. Además, este año se cumplen 20 años de la muerte de Amando Blanquer, y hemos querido rendirle homenaje”, explica. En el repertorio han sonado títulos como Iridiscencias Sinfónicas, Concerto for Winds de José Ignacio Blesa o la imponente Sinfonía nº3 Aquae Flaviae de Martínez Gallego, una pieza que llevó a la banda “al límite” y que ha dejado huella entre los músicos.
Una gira llena de momentos únicos
Cada concierto ha tenido su carácter especial. Desde el primero en Catarroja, con la responsabilidad de inaugurar la gira; al encuentro con la Banda Artística Manisense; el paso por Aspe, en el bicentenario de la Sociedad Musical Mestre Gilabert, cuyo presidente fue miembro de la JBS; o la experiencia en Cieza, donde la JBS compartió escenario con la banda municipal local interpretando La Parranda, himno que el público cantó a coro. “Fue un momento muy emocionante para todos los que estábamos allí”, recuerda Castelló.
Una escuela de valores
Más allá de la exigencia artística, la Joven Banda Sinfónica representa también una escuela de valores y de vida. Para Anna Lavernia, trompista y miembro del proyecto durante cinco años, la JBS ha sido un lugar de crecimiento: “He tenido la oportunidad de tocar en una banda de alto rendimiento, de aprender de grandes directores y compañeros, y de conocer a músicos excepcionales que ahora forman parte de mi vida”.
Lavernia destaca la intensidad del trabajo y el ambiente humano que se genera dentro del grupo: “Sobre el escenario nos apoyamos mutuamente y fuera de él siempre encontrábamos momentos para compartir, reír, y muchas veces se sumaban el director o los profesores. Se crea un ambiente de complicidad y compañerismo que te hace sentir como en casa”.
Un final inolvidable en el Palau
Cerrar la gira en el Palau de la Música ha sido el broche perfecto. “Creo que como músico no hay mejor forma de acabar una gira que en el Palau. Es un escenario emblemático e impresionante. Sabíamos que era el último concierto, y eso siempre trae emoción… y alguna lágrima también”, relata Lavernia.
También para el director, este último concierto simboliza la culminación de todo el trabajo realizado: “Cerrar una gira en el Palau siempre es emocionante. Es el lugar donde todo lo trabajado cobra sentido”.
Una formación imprescindible
Después de 25 años, la Joven Banda Sinfónica sigue siendo un espacio fundamental dentro de la estructura artística de la FSMCV. Castelló lo tiene claro: “Que un proyecto de esta envergadura siga funcionando después de 25 años significa que las cosas se están haciendo bien. El nivel es altísimo. El futuro está más que asegurado, pero eso no significa que esté hecho: hay que seguir apostando por proyectos así”.
Con esta nueva gira, el proyecto no solo consolida su calidad artística, sino que refuerza aquello que lo hace tan valioso: el vínculo entre jóvenes músicos, la convivencia generacional, la defensa del patrimonio valenciano y la construcción de una red musical que sigue siendo el motor cultural de todo un territorio.