Tocando mientras llueven cenizas

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He estado pensando mucho en cómo titular este artículo y, al final, me he decantado por lo más sencillo, por lo más claro, porque pienso que la situación lo requiere. Porque pienso que, a veces, nos sobra poesía para hablar de lo más crudo, más real y más tangible.

El pasado lunes día 15 de agosto estuve tocando en la Entrà de Moros y Cristianos d’El Verger (Alicante). No iba desde antes de la pandemia -que se dice pronto- y, a priori todo parecía normal, como un acto más de los centenares que se están celebrando este verano en nuestros pueblos y comarcas. Los coches llenos de músicos y músicas buscaban sitio para aparcar, las sillas para ver la Entrà ya estaban colocadas y sus vendedores y vendedoras repartían tickets y los vecinos del pueblo se acicalaban para la ocasión. Todo normal, insisto.


Pero pasaba una cosa. Una cosa gorda. Una cosa de esas que nunca deberían pasar. Si mirabas al cielo se veía un gris “feo”. Un gris mezclado con marrón, naranja, blanco y negro. Todo al mismo tiempo. Y de repente, lluvia. No es la primera vez que toco bajo la lluvia. De hecho, me he mojado mucho. Demasiado. Otro día podríamos hablar de esto, de hasta dónde deberían llegar las condiciones climatológicas para suspender un acto sin llegar al extremo de fastidiar instrumentos o músicos. Especialmente en Fallas. Pero ahora no nos desviemos…

Llovía, decía. Pero era una lluvia extraña. Gotitas pequeñas, cálidas y sucias. Gotitas creadas por un pirocúmulo proveniente del incendio que está arrasando los Valles del interior de Alicante. Después de las gotas, vendría la ceniza. Y, mientras tanto, el olor a quemado. “Está lloviendo ceniza, mamá”, escuché decir a una niña mientras sonaba de fondo el pasodoble Orgullo Santiaguista. En la espera entre la Entrà de Bandes y la Entrà de Moros y Cristianos escuchabas a los músicos hablar del incendio. Otros, miraban los teléfonos, no sé si contactando con algún conocido de la zona afectada o simplemente buscando información en las redes sociales. Otros llevaban los cascos del móvil mientras veían el informativo. Otros, se hacían una “fresqueta” en el bar y le pedían al camarero que pusiera la tele. En resumen, nadie podía dejar de lado lo que pasaba a tan solo 30 minutos en coche del inicio del acto. Aquello del Show Must Go On que cantaba Mercury a veces está sobrevalorado y en un día como el lunes en El Verger se hizo patente.

Quién escribe estas líneas tiene su opinión personal sobre la gestión forestal de nuestro territorio, pero no entraremos en ella. Solo venía a contaros cómo de jodido es tener que hacer fiesta mientras se quema una parte de tu vida. Porque, para la mayoría de músicos y músicas que leen estas líneas, estoy seguro que los Valles del interior de Alicante han sido vida en algún momento. Fuerza y ánimo para los vecinos y vecinas, bandas afectadas y, especialmente, para los profesionales de extinción -seguro habrá músicos, también- que trabajan incansablemente para apagar el fuego en ese y otros incendios que queman la Comunitat Valenciana.

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